Ana trabaja en una mina donde las temperaturas pueden llegar a los -15 grados. Maneja camiones capaces de transportar hasta 240 toneladas de material. La mayoría de sus compañeros son hombres.
Amanece en la montaña. El cielo está despejado. La temperatura es de -15° a los 4850 metros de altura. A las 8 am Ana termina su turno. Ana se siente orgullosa de su trabajo: «La perforación es el primer eslabón de la mina». Trabaja en el área de perforación y voladuras de la Mina Veladero. Ella es la encargada de manejar una de las máquinas que traspasan las mayas diseñadas para después realizar las voladuras. Luego el material quebrado es cargado y trasladado en enormes camiones. Y tras realizar un extenso proceso de esos restos de piedras, se obtiene el mineral. Ana vive en Iglesia, un pequeño pueblo sanjuanino ubicado a 156 kiómetros. La mayoría de los habitantes de Iglesia trabajan en la mina.
Ella todavía recuerda el boom que se generó en su ciudad con la llegada de la mina. «Cuando comenzó la instalación de la mina, la atracción eran las máquinas grandes. Todas las chicas de Iglesia queríamos trabajar ahí. Mi sueño era manejar un «camión fuera de ruta».
Los llamados “Camiones fuera de ruta” son unos inmensos vehículos para transportar carga de más de 7 metros de altura, que pueden llevar hasta 240 toneladas. Son los camiones que trasladan el material que se extrae de las voladuras. «Para mí era un desafío trabajar en la mina, y sobre todo manejar esos camiones que son tan grandes, tan rudos. Sobre todo para las mujeres que somos muy sensibles». Después de muchas dudas, Ana se presentó a la prueba para trabajar en la mina. Y luego de un extenso proceso de selección, pudo cumplir su sueño.
Su trabajo en la mina en los comienzos fue el de manejo, hasta que la trasladaron al área de perforación. Ana se siente plena con su trabajo: «Me gusta muchísimo estar acá. Todo lo que hago en la mina me gusta mucho, me divierte».
La mayoría de los compañeros de Ana son hombres. Pero ella supo adaptarse a esta situación rápidamente: «Desde que entré me han enseñado mucho. Siempre me cuidaron mis compañeros. Y muchos de ellos se asombran por cómo trabajamos las mujeres. Somos más delicadas, cuidamos más los equipos que los hombres». Ana trabaja 14 días seguidos y después tiene el mismo tiempo de descanso. Además hace turnos rotativos: 7 días de día y 7 de noche.«El trabajo es duro, pero si te gusta está muy bueno. Cada día me encanta más mi trabajo».
La diaria es intensa. Las tareas no se detienen, la mina no para nunca. Y los cambios de turnos se hacen en caliente. «Lo bueno de estar en la mina es que no tengo que cocinar, plancha, o lavar. Tengo una habitación para mi sola…«, dijo Ana sonriente.
En esas condiciones, la alimentación y el descanso son vitales tras las extensas jornadas laborables en ese entorno inhóspito. «Tenemos todo lo que necesitamos. Nos alimentamos muy bien y es muy cómodo el descanso», asegura Ana. Trabajar en una mina no es una tarea fácil. El clima, las condiciones del lugar y las tareas que cada uno cumple son complejas. «Trabajar en una mina es bastante complicado. Es difícil explicarlo. En mi casa tampoco comprenden bien qué es lo que hago».
El descanso y la familia
Ana tiene un motivo que la fortalece más allá de todo: su familia. En su casco, que utiliza todos los días para trabajar, un dibujo de cinco chicos refleja la importancia que tienen sus seres queridos: «En mi casco están mis hermanos. Somos cinco. Son mi familia, lo más importante para mí. Ellos me motivan a ser más profesional. Siempre los llevo conmigo».
En Veladero existe una frase que comparten todos los trabajadores: «Volver sanos y salvos a casa todos los días. Esa frase nos motiva día a día», asegura Ana. Menciona a su familia y se emociona: «Yo los extraño, me gusta estar en Veladero pero los extraño mucho».
Ana termina su jornada laboral. Le queda desayunar y descansar en su habitación. Para ella, el día terminó. Pero a 4850 metros de altura la jornada continúa.
Fuente: Infobae