Litio: historias de mujeres resilientes de la Puna jujeña

Nacieron en comunidades remotas sin posibilidades de estudiar y trabajar; sin embargo, encontraron en Sales de Jujuy oportunidades para cambiar sus vidas.

 

Elena* tiene 33 años y vive en Huáncar, una comunidad de 430 habitantes atravesada por la ruta nacional 40 y situada en los márgenes del río Pastos Chicos, en plena puna jujeña. Cuando era chica, veía poco a su papá, un policía retirado que viajaba en bicicleta o caminando casi un día entero por cerros áridos y ventosos para trabajar en las borateras de la zona.

Gracias al enorme esfuerzo de su mamá, que es cocinera, al finalizar el ciclo primario, Elena se fue a Susques, la cabecera del departamento, para poder seguir el secundario, una opción que no existía en Huáncar ni en casi ningún pueblo de la Puna. Suques era el espacio de encuentro de los pocos jóvenes de las comunidades del pueblo de Atacama que tenían recursos para continuar sus estudios. Los que no tenían esa posibilidad, sólo podían hacer la secundaria rural, sin internet, y con un docente que pasaba por el pueblo cada dos semanas.

Desde Susques, Elena se mudó a Jujuy con sus hermanas para terminar el colegio y allí se quedó a trabajar en casas de familia y comercios. Varios años después volvió a su comunidad atraída por una posibilidad de trabajo en la misma Puna: la industria del litio.

En 2010 había comenzado la construcción de la Planta Industrial Salar de Olaroz de Sales de Jujuy, que poco después comenzó a producir carbonato de litio, uno de los minerales con más demanda en el mundo y que es fundamental para la descarbonización global, que cambió la vida en la Puna jujeña. Hoy es, además, una de las compañías mineras con mayor porcentaje de trabajadoras.

 

Las mujeres de la Puna, antes y después del litio

Antes de la llegada de la industria del carbonato de litio, las mujeres de la Puna sólo podían trabajar como ordenanzas en las escuelas, enfermeras, cuidando a sus animales o como amas de casa.

“La llegada de la industria del litio les dio la posibilidad de estudiar, trabajar en la industria, disponer de su dinero, hacer estudiar a sus hijos, desarrollar aún más sus carreras, estar al frente de sus emprendimientos y hogares”, cuenta María del Valle, que lleva muchos años trabajando en Valor Compartido de Allkem – Sales de Jujuy, el área de la compañía dedicada al vínculo con las comunidades de la zona donde está ubicada la planta.

Hoy las mujeres de la Puna tienen oportunidades que antes no existían para ellas, y las valoran. Muchas regresaron a vivir a sus pueblos, como Elena; otras optan por la posibilidad de realizar nuevas actividades con sus hijos, como cuenta Valeria*, que también trabaja en Valor Compartido; y también están quienes lograron salir de situaciones familiares de violencia, como el caso de Patricia Noemí*, que lleva más de diez años trabajando en Sales de Jujuy, donde estudió, creció, se independizó.

La industria del litio posiciona a las mujeres de la Puna en el centro de un ambiente que tradicionalmente fue de varones. “Si bien no es la totalidad de los casos, muchas mujeres prefieren que la minería esté en la zona porque sienten que les ha dado el lugar que se merecen – cuenta la referente de Sales de Jujuy -. Ahora tienen la misma voz que un hombre, se animan a dar sus opiniones”.

Sin embargo y desde el punto de vista de María, ese cambio tiene un lado negativo, porque la posibilidad de independizarse que le dan a las mujeres los trabajos en minería cambió la dinámica de las familias y eso no siempre es bien visto por los hombres. “Para muchos de ellos, ahora ellas le restan importancia a la familia; ellos deben compartir la crianza y educación de sus hijos y, en muchos casos, se sienten ‘alejados de su rol’”, explica.

 

“La minería generó cambios que, de otra manera, no habrían sucedido”.

Desde aquel momento en que Elena dejó Huáncar para estudiar, han pasado muchas cosas. Hoy casi todas las comunidades de Atacama tienen secundaria y las chicas son las que más estudian y se reciben, son las que inmediatamente toman las oportunidades. Muchas de las mujeres que trabajan en Sales de Jujuy se han recibido de la Tecnicatura en Química Minera que se dicta en la misma Puna desde hace cinco años.

“Si bien esto no lo hizo directamente la minería en todos los pueblos, sí es consecuencia de la industria porque la gente comenzó a quedarse en la Puna y a necesitar infraestructura y el Gobierno acompañó ese crecimiento”, destaca María.

 

El valor de elegir

Trabajar en minería no es fácil. Los rosters (la modalidad de trabajo de siete días seguidos en la planta y siete días de descanso) suele ser difícil, más para quienes tienen hijos. “Y eso es igual para la operaria que para la ingeniera, para la Puna o la ciudad – comenta María -. Pero los chicos, al igual que con cualquier otro trabajo, aprenden que sus mamás están, pero de otra manera”.

“El gran valor de la minería – concluye – es que le da a la gente la opción de elegir. Quienes aman sus pueblos y no quieren irse hoy pueden vivir con sus familias y trabajar allí; antes no tenían esa opción: o se iban o no podían trabajar. Ahora pueden elegir y eso es fantástico. Hoy en la Puna pasan cosas que, sin el litio, no podrían haber ocurrido”.

 

 

*Los nombres de estas mujeres fueron cambiados para preservar sus identidades.

 

Fuente: Allkem-Sales de Jujuy S.A.

 

 

 

 

 

 

 

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